sábado, 24 de julio de 2010

Los Argentinos solo creen en ellos, segun encuesta







La reciente encuesta continental de la prestigiosa corporación Latinobarómetro, con sede en Santiago de Chile, puede leerse -en lo que le compete a la Argentina- como una de las radiografías más contundentes sobre la realidad cultural de nuestro país, sobre el pensamiento político de la mayoría de sus habitantes, no sólo de sus élites dirigentes.

En términos generales, puede decirse que la investigación permite arribar a una sorprendente gran conclusión general: en la primera década del siglo XXI, América Latina -en promedio- se ha globalizado, en la percepción de sus habitantes como nunca antes en su historia, mientras que la Argentina se ha latinoamericanizado.

Con lo cual nuestra nación sigue siendo una anomalía en el resto del continente como lo fue durante todo el siglo XX (que era considerada la Europa en América) pero ha invertido absolutamente el signo de su anomalía: ahora casi todos en la región quieren avanzar hacia el mundo mientras que la Argentina es el país que más goza en su aislamiento latinoamericano.

Sin embargo, se mantiene firme uno de los rasgos culturales que siempre distinguió (para bien y para mal) a los argentinos del resto de sus vecinos: su férreo individualismo, que por un lado dota de enorme iniciativa propia a cada uno de sus ciudadanos, pero a la vez les hace rechazar o ignorar casi toda propuesta colectiva.

La nueva excepcionalidad argentina. Esta encuesta, dada o conocer este mes, la realizó Latinobarómetro entre el 21 de setiembre y el 26 de octubre de 2009, con 20.204 entrevistas en 18 países de nuestro continente.

La primera conclusión significativa del nuevo sondeo es que en la mayoría de los habitantes del continente ha virado enormemente su opinión desde 2003 a 2009: en 2003 casi todos en América Latina pensaban que el mundo iba en la dirección mala, muy pocos tenían confianza en las políticas de sus propios países y la mayoría sólo depositaba la fe en sus propias fuerzas ("yo y mi familia". O sea, tenían expectativas privadas, pero no públicas.

En 2009 la brecha se achicó notablemente, y así hoy son muchísimos más los latinoamericanos que creen que el mundo y su propio país van en la dirección correcta, pese, incluso a la crisis mundial de 2008.

Y he aquí el dato más notable en lo que nos compete: Brasil está primero entre los 18 países en cuanto a que sus habitantes creen que el mundo y su nación van en la dirección correcta, mientras que en ambos casos los argentinos se ubican últimos.

Una comparación entre los datos de Brasil y la Argentina nos ayudará a entender:

En Brasil el 91% de los habitantes cree que ellos y su familia (a nivel privado) van en la dirección correcta. El 75% cree que su país va en dirección correcta y el 61% que el mundo va igual de bien.

En la Argentina, el 82% de los argentinos cree que individualmente le va bien, pero sólo el 19% cree que a su país le va igual de bien y apenas el 20% cree que el mundo marcha en la dirección correcta.

En ningún otro lado del continente las percepciones entre las expectativas individuales y las colectivas son tan inmensas. Ni de cerca. Casi todos los países tienden a acercarse a lo que se verifica en Brasil y alejarse de lo que ocurre entre los argentinos.

Y, por si esto fuera poco, mientras casi toda América Latina tiene una valoración muy positiva de EEUU a partir de la asunción de Obama, la Argentina sigue liderando las posiciones antiyanquis del continente, incluso superando a Venezuela.

Pero la conclusión más impresionante, es que no se trata tanto de una cuestión ideológica sino más bien cultural: hoy la Argentina es de todos los países de América Latina -y por lejos- el lugar donde sus pobladores más creen en sus posibilidades de mejoramiento individual y a la vez menos creen que su país o el mundo estén marchando para el lado correcto.

Dicen los investigadores, no sin un dejo de sorpresa: "Al parecer, los argentinos creen en esa distancia que hace posible, tal vez, que la Argentina se levante de sus crisis por el esfuerzo individual más que colectivo".

O sea, mientras la inmensa mayoría de los latinoamericanos mira con buenos ojos, no a la globalización, sino a la posibilidad de sus países de incorporarse a la misma desde una perspectiva propia (ya no como el trasero del mundo sino como protagonistas activos), en la Argentina -el país culturalmente más primermundista de América Latina hasta hace muy pocos años- las prioridades se han dado vuelta.

Pero, manteniendo grandes dosis de individualismo extremo, los argentinos no sólo descreen de su incorporación al mundo, sino también de su propio gobierno nacional, aunque éste también descrea de la incorporación al mundo.

Los argentinos sólo creen en ellos mismos, individualmente hablando, y en nada público ni nada colectivo. Ni propio ni ajeno. Una extraña mezcla de individualismo y aislacionismo extremos que no se verifican juntos en ningún otro país de América Latina. Y posiblemente en ninguna otra parte del mundo.

La esperanza es lo último que se pierde. No obstante, nobleza obliga, aunque la encuesta no nos deja bien parados a los argentinos, lo cierto es que nosotros somos el país que más propicia en América Latina la integración política continental y uno de los que más apoya la integración económica. Y sumando ambos, somos junto con Brasil la nación más interesada en la integración americana en su conjunto.

Además, en otra encuesta hecha por el consultor Guillermo Oliveto, éste afirma que el estado de ánimo actual de los argentinos podría caracterizarse con esta frase: "Ya me compré la batidora, ahora quiero un proyecto".

Y ante la pregunta si el país necesita un plan de largo plazo como tienen Brasil o Chile, el 77% respondió que sí. Llevando al analista a efectuar este último comentario: "Respuesta abrumadora y sorprendente para una sociedad acostumbrada a vivir pensando en el día a día".

Por lo tanto, es válido pensar que los argentinos siguen siendo tan individualistas porque nadie les presentó aún un proyecto en serio. Y que, por ende, todo puede cambiar para mejor cuando los políticos traten de potenciar las virtudes nacionales (e incluso incorporar otras) en vez de seguirse aprovechando de los defectos.

Defectos que indudablemente tenemos, como los tiene toda sociedad, pero que en la Argentina se notan más porque sus dirigentes son, en su mayoría, espejos ampliados de tales vicios en vez de conductores, pedagogos y orientadores de las masas, como ocurre en aquellos de nuestros vecinos que han decidido dejar de lado sus seculares atrasos.

http://www.losandes.com.ar/notas/2010/7/25/opinion-504388.asp

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